Lionel Scaloni ingresó al templo de los entrenadores-dioses, y seguirá allí hasta que la última pelota deje de rodar en Argentina, sin que los hinchas supieran mucho de su historia. El constructor menos esperado de la selección -nuestro Ministerio de la Alegría- esculpió su obra en movimiento, primero durante los cuatro años en los que eludió con savoir faire a los críticos que dudaban de su falta de antecedentes y luego, ya bendecido por las multitudes, durante Qatar 2022.
Pero aun sin la biografía previa de sus dos predecesores en la gloria, César Menotti y Carlos Bilardo, la tercera estrella no fue un edificio sin planos. Scaloni construyó su cabeza futbolística durante 30 años, primero en su no tan conocida carrera como futbolista, lejos de los focos principales -porque fue más un jugador de entrega que de habilidad y porque nunca pasó por los llamados clubes grandes- y después como integrante del cuerpo técnico en el desorden de Rusia 2018. Todo lo que comenzó a aplicar en la selección desde septiembre de 2018 lo había aprendido desde sus orígenes en el fútbol, a inicios de los 90.
Revolución Scaloni es una magnífica road movie con dos líneas de tiempo. Una, como jugador por Argentina (su Pujato natal, Newell’s en Rosario y Estudiantes de La Plata), España (Deportivo La Coruña, Racing de Santander, Mallorca), Inglaterra (West Ham) e Italia (Lazio y Atalanta), casi siempre en paralelo a su pertenencia a las selecciones de José Pekerman, la juvenil y la mayor. Y la otra, como técnico por todas las ciudades por las que la Argentina de los Lioneles, Scaloni y Messi, jugó en su camino a la perpetuidad: desde el debut en Los Ángeles hasta el cielo en Doha, con las paradas intermedias en el Maracaná, Wembley y el resto del ciclo.
Erigido en una referencia del periodismo deportivo actual, Alejandro Wall lo volvió a conseguir: nadie conocerá a Scaloni hasta que no termine este libro.