Michel Houellebecq descubrió los cuentos de Howard Phillips Lovecraft con dieciséis años y volvió a menudo a los grandes textos del maestro del terror cósmico. ¿Qué tenía Lovecraft como para provocar aquella fascinación en alguien aparentemente tan ajeno a los mitos de Cthulhu? La respuesta a esta pregunta guía un profético ensayo en el que la visión de Houellebecq sobre el oficio de la escritura ilumina tanto la obra del autor estadounidense como su propio trabajo.
Para el autor de Las partículas elementales, la fuerza de atracción de Lovecraft reside en su capacidad para constituir una oposición permanente, una enmienda a la totalidad a la vida en todas sus facetas. Como apunta Stephen King, acérrimo admirador de Lovecraft y autor del prólogo de este ensayo: «Toda literatura, pero en particular la literatura de lo extraño y lo fantástico, es una cueva en la que tanto lectores como escritores se esconden de la vida. […] Es solo en esas cuevas, en esos lugares de cobijo, donde nos lamemos las heridas y nos preparamos para la siguiente batalla en el mundo real.» Howard Phillips Lovecraft cumplió esa función.