Escribe Abelardo Castillo en el prólogo a Las maquinarias de la noche que, cuando era un escritor joven, pensaba que el cuento era el único género digno de la prosa y que la novela era una charlatanería circunstancial a la que condescendía el cuentista cuando no se le ocurría una buena historia de diez páginas.
En este libro, publicado en 1992, demuestra aquella atrevida afirmación con cuentos tan potentes y personajes tan vívidos que, sí, la novela como género parece redundante. En “Carpe Diem” una mujer vuelve de un lugar insospechado para ver a su amante; “La fornicación es un pájaro lúgubre” cuenta a su manera el día en que murió Henry Miller; “Por los servicios prestados” ambienta en la Patagonia una metáfora sobre la humillación y la justicia; “Thar”, “Corazón” y “El tiempo y el río” son infiernos grandes en pueblos chicos. “La cuestión de la dama en el Max Lange” es un cuento de terror real, en el que se planea un femicidio sobre un tablero de ajedrez. Las voces pueden ser las de un adolescente provinciano, un hombre monstruoso o un ascensorista que se encuentra con Sandokán. Por detrás, siempre, la potencia de Castillo y su rabiosa fe en la literatura.
MARIANA ENRÍQUEZ