Obra emblemática del magnífico James Crumley y auténtico libro de cabecera del género negro, El último beso presenta al inolvidable C. W. Sughrue, un tipo de escasos escrúpulos que arrastra al lector hasta los rincones más escabrosos del Oeste norteamericano.
Sughrue, detective privado de Meriwether (Montana) que pasa temporadas trabajando en un bar de alterne, es contratado un buen día para seguir la pista de Trahaerne, un escritor de best-sellers desaparecido, al que encuentra en un miserable antro de la Costa Oeste. Inmediatamente, recibe un nuevo encargo: hallar a Betty Sue Flowers, una enigmática joven de la que no se sabe nada desde hace diez años. Como la compañía le resulta bastante agradable, el detective lo embarca en un periplo delirante en el que, a medida que crece la fascinación de Sughrue por la chica, las infinitas ramificaciones del caso parecen burlarse de él.
Despiadado y divertido a un tiempo, brillantemente traducido por Enrique de Hériz, El último beso es no sólo un viaje trepidante a las entrañas de la condición humana, sino también, y por encima de todo, un libro extraordinario que ha influido como pocos en los grandes renovadores de la novela negra norteamericana de los últimos años.