Durante siglos se han robado obras de arte de innumerables maneras en todo el mundo, pero nadie con tanto éxito como Stéphane Breitwieser, que llegó a extremos inconcebibles para ampliar su colección personal. Mientras su novia hacía de vigía, sustrajo más de trescientos objetos a lo largo de casi ocho años en toda Europa, entre ellos, cuadros de Brueghel el Joven, y llegó a acumular más de mil millones de dólares en obras de arte. Aunque estaba dotado de una habilidad innata para burlar cualquier sistema de seguridad, incluso de día y sin violencia alguna, un acto de arrogancia hizo que todo se desmoronara. Finkel despliega el retrato de una obsesión: Breitwieser nunca robó por dinero, sino por puro amor al arte. Un auténtico rompecabezas lleno de giros inesperados y casi imposibles.
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