Nuestra verdadera identidad se encuentra en una serie de valores universales: la capacidad humana para vivir en la verdad, para hacer justicia, para amar, para crear y apreciar la belleza. Lo que distingue a unas personas de otras y a menudo las divide (sexo, raza, religión, origen, nacionalidad, aspecto físico) es secundario frente a esos valores universales. Riemen explora las dos grandes preguntas de Sócrates («¿Cómo vivir?» y «¿Qué es una sociedad justa?») a partir de cuatro ejes: en primer lugar, reivindica la memoria para poder reconocer y hacer frente a las fuerzas del mal; en un segundo momento nos alerta de la estupidez y la mentira, que dejan fuera de juego a la inteligencia; a continuación, recurre a Zola para invocar la figura del intelectual e insistir en la necesidad de que intervenga con coraje en la esfera pública; y, por último, nos trae la voz de la esposa de Mijaíl Bulgákov para situar el amor profundo en el centro de la nobleza de espíritu, la que debe hacernos verdaderamente humanos. Si los seres humanos no cambian sustancialmente, la historia seguirá repitiéndose. El arte de ser humanos es un alegato a favor del humanismo y sobre la esperanza de que aprendamos por fin de nuestra historia.
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