La historia puede ser muy, pero muy aburrida. Con desabridas genealogías monárquicas, crónicas tediosas, miles de batallas y cero gracia. Hasta ahora.
Si en el primer volumen de Historia Universal Freak fue el turno de la Prehistoria, la Edad Media y demases, ahora es el turno de la modernidad. Desde Napoleón hasta nuestros días te enterarás de que gracias a ese emperador –que era en realidad más alto que el francés medio de la época– contamos con comida enlatada, pues ofreció un premio a quien solucionara el dilema de la conservación de la comida en campañas largas. Y que recién cuarenta y seis años después a alguien se le ocurrió inventar el abrelatas.
En estas páginas leerás de la guerra de treinta y ocho minutos entre Zanzíbar y el Reino Unido, que la cuarta chimenea del Titanic no funcionaba y cumplía un rol meramente estético y que el Monopoly fue creado en 1904 con la intención de… evidenciar la «perversión del capitalismo».
¿Sabías que Nokia empezó como un molino que fabricaba pulpa de celulosa y que Shell era una importadora de conchas marinas de Oriente, lo que explica su actual logo? ¿Que el inventor del signo PARE nunca manejó un auto en su vida y que para la construcción de rascacielos en Nueva York se contrató a indígenas mohawks, por su resistencia al vértigo?
Gracias a esta segunda entrega de Historia Universal Freak sabrás que en plena guerra mundial alemanes y británicos se lanzaron a jugar fútbol en la Tierra de Nadie. Y que el presidente Kennedy mandó a su secretario personal a comprar todos los habanos que encontrara en Washington la noche antes de firmar el bloqueo a Cuba.