Estos ocho relatos excepcionales de un joven Marcel Proust han permanecido inéditos durante más de un siglo. Probablemente fueron víctimas de su propia censura, ya que la mayoría ponen en escena el deseo homosexual —un tema que ronda su obra maestra, En busca del tiempo perdido— con excesiva osadía.
Compilados en la década de 1950 por Bernard de Fallois, el mítico editor de Marcel Pagnol y Joël Dicker, y autor del ensayo Proust antes de Proust, que dedicó gran parte de su vida al estudio de la obra del escritor, estos cuentos suscitan múltiples lecturas. Como dice Alan Pauls en su prólogo: «Es esa hipersensibilidad hacia lo maleable, y la voluntad de seguirle la pista, siempre, no importa adónde nos lleve, la razón por la que estos relatos […] nos capturan: leemos a Proust porque es nuestro contemporáneo».