La ocupación militar de la Araucanía, ocurrida hace casi 150 años, permanece dolorosamente viva para las y los descendientes de quienes entonces resistieron la embestida del estado chileno, y todas las embestidas que vinieron después. La independencia perdida, las tierras despojadas, la cultura menospreciada y la pobreza inducida, con la consiguiente y masiva expulsión fuera del territorio ancestral, son sombras que oprimen el día a día de quienes se reconocen y se sienten herederos de esa rica y orgullosa tradición. El paso de las décadas no mitiga el desconsuelo ni apacigua la rebeldía, como lo demuestra un movimiento de reivindicación mapuche que ha acompañado cada uno de los minutos de la postdictadura, y que al momento de escribir estas palabras se muestra más vivo e insumiso que nunca. Tan insumiso como obcecada ha sido la negativa de las autoridades chilenas para asumir la enormidad de su responsabilidad, y la urgencia de la reparación. Fernando Pairican conoce bien esta historia, como mapuche, como militante y como historiador.
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