Cisnes salvajes desarrolla sobre todo las vidas de la abuela (concubina de uno de los señores de la guerra), la madre (destacada revolucionaria comunista), y los años de estudiante de la autora hasta su traslado a occidente. A través de las peripecias vitales de estos personajes, Chang, con un estilo autentico, objetivo y estremecedor -sin caer en el melodrama ni el revanchismo-, hace un repaso a los grandes hechos y tragedias que ha vivido china en el último siglo. El ejemplo moral de la familia de la autora, muy unida a pesar de las contrariedades -su padre es uno de los personajes más llamativos de todo el libro por su integridad y fidelidad a unos ideales hasta el fin, a pesar de las agónicas dificultades por las que pasara, hace que la novela tenga un mensaje positivo y esperanzador. Además, la autora permite que sean esas experiencias personales -sin disquisiciones teóricas ni lamentos- las que reflejen con exactitud la sufrida historia colectiva de todo un pueblo. Por encima de los sufrimientos padecidos, la mayoría inhumanos, Jung Chang deja constancia de la fortaleza e integridad de gran parte del pueblo chino: rodeada de sufrimiento, muerte y desolación, había contemplado la indescriptible capacidad humana para sobrevivir y buscar la felicidad.
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